En el marco de la tensa situación geopolítica en el Viejo Continente, Bruselas parece decidido a dar un paso que hasta ahora se había resistido a dar.
Históricamente, los países europeos han depositado y confiado a lo largo de los años su seguridad y defensa bajo el paraguas defensivo que proporcionaba principalmente Estados Unidos.
Teniendo en cuenta la paulatina retirada de Washington de áreas de interés secundarias, los gobiernos europeos se ven en la tesitura de tener que asumir un mayor protagonismo en su propia seguridad, lo que se traduce en un fuerte incremento de los gastos de defensa.
En este sentido, los pasos que está dando la Comisión van en esta dirección, lo que podría, en un futuro, permitir a Europa disponer de su propia autonomía estratégica en materia de seguridad y defensa.
No obstante, las importantes diferencias políticas internas existentes o la necesidad de aumentar los recursos asignados a costa de otras partidas presupuestarias son solo algunos de los obstáculos que podrían impedir la realización práctica y efectiva de estas medidas que, de momento, tienen un carácter principalmente de voluntad política.
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